Cuando nace una pareja, surge la expectativa de que nunca se presentará la infidelidad, pues esta se asocia de inmediato con falta de amor, o se considera que ha llegado al fin de la relación. Además, se piensa que la culpa es del infiel, o de la personas con quién se involucró. Estas ideas no son correctas, no permiten considerar alternativas y dificultan el poder superar la traición.