Durante el embarazo, las necesidades de calcio se ven incrementadas, ya que el esqueleto del feto se debe mineralizar. Los requerimientos ascienden a 1,000 mg de calcio al día, es decir, unas cuatro raciones de productos lácteos. En tanto, en el periodo de lactancia el aporte necesario aumenta a 1,200 mg. Cabe señalar que la leche y los productos lácteos son las mejores fuentes de calcio, ya que a pesar de existir otros alimentos vegetales tanto o más ricos en este mineral, su aprovechamiento por parte del organismo no es tan eficaz, debido a que también están presentes sustancias que interfieren en la absorción y el aprovechamiento del calcio, mientras que los productos lácteos contienen la vitamina D que contribuye a su absorción y utilización.
En diversos estudios se ha investigado la existencia de una relación entre la hipertensión y el consumo de productos lácteos. Específicamente, se observó una reducción del riesgo de nuevos casos de presión arterial elevada de hasta del 54% en adultos con un alto consumo de productos lácteos descremados.